Toyota Hilux. Cuando el vehículo inspira a romper la rutina uno se dispone a vivir más intensamente. Las decisiones ya no son calculadas y repensadas, se toman a medida que uno avanza en busca de nuevas experiencias.
Hace un tiempo establecí una teoría propia sobre el hombre y sus medios de transporte. Una que dice que, en la mayoría de los casos, los vehículos que poseemos son un reflejo de nuestra personalidad y de lo que nos va sucediendo durante nuestra vida, y por esta razón son diferentes los tipos de vehículos que nos acompañan en las diversas etapas que transitamos. Mi teoría sugiere además que nuestros medios de transporte se relacionan directamente con el sentimiento de libertad que necesitamos sentir para estar a gusto con la vida, aunque el mismo se manifieste de diversas formas de acuerdo al protagonista y el entorno.
En la búsqueda de la comprobación de mi teoría, les contaré una simple historia de fin de semana, inspirada en este caso por la nueva Toyota Hilux de octava generación recientemente lanzada en nuestro mercado. Un ícono actual que no se quedó estancado en la gloria de liderar su segmento de mercado sino que ha ido por mucho más, sugiriendo con esta nueva generación que más allá del “trabajo duro”, también hay una vida que vivir y no debería hacer falta otro vehículo para disfrutarla a pleno.
La historia se sitúa en Buenos Aires, y es protagonizada por una pareja de jóvenes; Nahuel y Antonela, que conviven hace unos años con su fiel compañero Rocky. Si bien poseen sus trabajos y su vida urbana en sociedad, ambos aman el mar y pasar tiempo al aire libre, donde además de relajarse y disfrutar de la intimidad juntos, aprovechan cuando la oportunidad les da una chance para practicar una de sus grandes pasiones en la vida: el surf.
Tomándolos subliminalmente como conejillos de indias, recabé algo de información sobre su vida cotidiana y me reuní con ellos. Por medio de una excusa cualquiera, les comenté que con Toyota habíamos decidido ofrecerles por un fin de semana la nueva Hilux para que la disfruten y vivan con ella lo que el vehículo les inspirase, sin mayores instrucciones que esas.
Ellos no cuentan con la experiencia de haber poseído una camioneta, y al verla quedaron sorprendidos, tanto como al escuchar la alocada idea.
Luego de mirarla y admirarla por su equipamiento y confort, se dedicaron a liberar sus sentidos y a dar rienda suelta a su imaginación para pensar de qué manera podrían disfrutar esta oportunidad de protagonizar con la nueva Hilux un fin de semana para el recuerdo.
Aprovechando el amplio espacio de carga, un poco mayor al de su antecesora, decidieron embalar su equipo de surf y algo de ropa, llenar el tanque de diésel y subir a Rocky, su inseparable mascota, para emprender viaje hacia la zona de Cariló y Pinamar con la idea de pasar un fin de semana de placer, relax y mucha diversión.
Gracias a la suavidad de marcha de la nueva Hilux, y sus playlist favoritas de Spotify que reprodujeron vía bluethooth en el sistema de sonido durante todo el viaje, llegaron al Cariló casi sin darse cuenta, justo a tiempo para disfrutar de una hermosa tarde de sol. Desinflaron los neumáticos hasta las escasas 14 libras de presión y con sólo girar la perilla selectora a la posición de tracción 4×4 (H4), la camioneta ya estaba lista para tomar contacto con la arena húmeda de la orilla del mar.
Al entrar a la arena, el instinto de aventura mezclado con la adrenalina de lo nuevo desencadenó un sinfín de risas cómplices mientras Nahuel manejaba. La poca gente que en esa zona disfrutaba del día de playa no paró de admirar las nuevas líneas de diseño de la camioneta, mientras ellos recorrían el camino jugando con la arena y buscando el mejor paraje para una intensa jornada de surf.
Si bien la idea era ir directamente a surfear, la sensación de “todopoderoso” que genera la Hilux hizo que quisieran llevarla un poco más allá del límite conocido, y sólo con mirarse a los ojos se pusieron de acuerdo. Como indica el manual del “offroader”, colocaron el selector en “Baja 4×4” (L4), desactivaron el Control de Tracción y aceleraron dejando atrás la playa para recorrer las dunas y jugar con sus caprichosas siluetas dibujadas por el viento, transitando caminos que difícilmente se pueden recorrer convencionalmente, despreocupados, y con un sentido de aventura que casi los hace olvidar la idea principal de ir a jugar pero con el mar.
Manejaron y maniobraron en las dunas como les pareció, tratando de encontrar el límite de la camioneta, que sólo fue delineado por la prudencia. Anduvieron durante un muy buen rato viviendo la sensación de que nada los podía detener, solo el deseo de surfear. Al llegar a un puesto salvavidas pararon la marcha y comenzaron a prepararse, aunque por dentro seguía inalterada la adrenalina de los saltos por la arena. Rocky parecía sentirse refugiado por la esbelta figura de la Hilux, que los reparaba del viento mientras se vestían y preparaban sus sendas tablas.
Luego de un buen rato montando olas se sentaron al reparo del viento para recobrar energías. La pareja no pudo dejar de mirar hacia la inmensidad del horizonte, sintiendo que la experiencia que estaban protagonizando, por lo diferente y espontánea, era lo que hace tiempo estaban necesitando. Un placentero viaje para conectarse con ellos mismos y con sus sentimientos más profundos, en sintonía con todo lo que en ese momento los rodeaba.
Una vez que el cuerpo y la mente descansaron de la jornada de tablas, miraron la camioneta y comprendieron que la tarde aún no se había terminado. Subieron y aseguraron sus pertenencias para buscar un lugar especial donde disfrutar en pareja del atardecer. Nuevamente, transitando las dunas pero con más calma, encontraron un paraje especial al borde del bosque donde se detuvieron, y en un gesto romántico, Nahuel preparó una pequeña fogata para Antonela, como una excusa ideal para acurrucarse y recibir el ocaso demostrándose el amor que sienten el uno por el otro.
El fuego se fue extinguiendo y cuando solo quedaban las cenizas grises, se retiraron de la playa para dedicarse a cerrar el día, sin evitar pensar que de no ser por tener a su disposición la nueva Hilux, seguramente estarían en su departamento porteño planeando cuál serie de TV ver, en lugar de protagonizar ellos mismos una envidiable historia de amor y aventura.
Al amanecer del nuevo día se sintieron plenos por haber podido canalizar lo que su corazón les dictó, y felices de haber dispuesto del medio ideal para llevar cabo el viaje de fin de semana que el destino les regaló. Al llegar a su hogar, luego de un regreso plenamente confortable, me encontré con ellos para que además de devolverme la Hilux, me contaran de su experiencia.
De allí surge la historia que les acabo de describir y una observación que para mí fue determinante, ya que sin querer y con una sola frase de ellos, logré confirmar lo que mi regla profesaba desde un principio. Me miraron tomados de la mano y me dijeron: “Nos resulta increíble darnos cuenta de lo que un vehículo puede llegar a inspirar…” y agradecidos por la intensa experiencia se despidieron dejando claro que la nueva Hilux sería, a partir de ese fin de semana, su próximo objetivo.•
Texto: Alejandro Campolieto / Fotos: Andrés Canet
Nota cedida por revista AUTOS & VIAJES.